Liliana Jiménez, autora del texto, participó en el curso-taller de narrativa y cónica impartido por Grupo Didza en la ciudad de Oaxaca el 18 y 19 de junio.
Antes de las 6 de la mañana el tiempo parece suspendido, es un breve instante para después poner a Tlacolula en acción, un carnaval de colores, olores y sonidos desfilan en todas direcciones.
Empieza a clarear, los comerciantes alistan sus piñas, sandías, verduras, pan y tortillas. Los camiones llenos de pasajeros de distintos pueblos llegan al tianguis como todos los domingos.
Lupe baja de uno de esos carros, tiene 17 años, sus rasgos son delicados como pulidos por algún artesano oaxaqueño. Trae consigo un canasto de duraznos criollos, lo deja encargado con Chilango, quien vende piñas y sandías, y además la fruta de su amiga.
Camina cuatro cuadras adelante, apura el paso envuelta en un rebozo gris, toca una puerta,la de King Kong, la cantina más famosa de Tlacolula, donde trabajan algunas de las muchachas más guapas de los pueblos cercanos.
Inicia la rutina, lava el piso del local, limpia las mesas, acomoda las sillas. El King Kong abre a las 10 de la mañana, los clientes llegan para curarse el malestar de la cruda provocado por las parrandas de los sábados. Algunos albañiles piden cervezas de cuartito para agarrar energías antes del trabajo.
Lupe una de las chicas más carismáticas que laboran ahí les da confianza a los clientes, mata el tiempo contándoles chistes o anécdotas de la cantina. Con el transcurso del día los murmullos se tornan en risas y gritos por la llegada de más hombres sedientos, la música de corridos se escucha a todo lo que da.
Esta consciente de los riesgos de trabajar en ese lugar, ella no se prostituye, pero tiene muchas compañeras que sí, El trabajo es pesado pero las propinas son buenas, contesta a los preguntones.
Es una mujer con carácter, no da detalles de su vida, sale del King Kong, regresa por su canasto de duraznos casi vacío, las ganancias de los duraznos es poca pero se compensa con las propinas del otro empleo.
Lupe regresa a su casa en un carro lleno de gente, pollos, guajolotes, flores y frutas, la jornada del domingo ha terminado.
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